Ábrete paso por las habitaciones, haciendo un desastre, comiendo comida, destruyendo objetos de colección invaluables y aparatos electrónicos caros. Solo porque puedes.
Salta, rebota y corre mientras ese humano desagradable no esté en casa.
Y luego observa su desesperación mientras te limpia las patas del duro trabajo que le está destruyendo la vida.
Si no quisiera esto, no habría tenido un gato.