Dicen que el hogar es donde está el corazón. Nadie lo sabe mejor que los filipino-estadounidenses. En la década de 1960, la primera ola de filipinos llegó a Estados Unidos. Con su llegada comenzó la lucha por encontrar productos que fueran sariling atin, que significa "verdaderamente nuestro". En aquel entonces, los filipino-estadounidenses entraban a las tiendas de comestibles asiáticas en busca de algo familiar. Ahora, las palabras "Ciudad del marisco" se han convertido en sinónimo de "hogar", "comunidad". Y en ningún lugar se celebra mejor la verdadera bondad filipina que aquí.