Confié en mi padre cuando firmé los papeles que me convirtieron en su esclavo. Creí en su promesa de que me trataría como a un hombre libre. Pero una vez que mi familia probó el dinero rápido que podían ganar con mis servicios como semental, ya no hubo quien los detuviera.

Mi codiciosa madrastra. Mi intrigante hermano mayor. Mi padre, con su negocio en quiebra. Todos ellos tienen planes para el «dinero fácil» que pueden obtener alquilándome para engendrar nuevos esclavos. Y parece que soy el único que recuerda que esos esclavos serán mis hijos.

«Es por tu propio bien», me dicen. «Cuanto más dinero ganemos, más rápido podremos pagar ese préstamo. Y antes volverás a ser un hombre libre».

Pero ninguno de ellos me pregunta qué quiero yo. O cómo me afecta todo esto.

Poco a poco, siento que mi humanidad se desvanece. Obligado a aparearme con mujeres que no he elegido delante de una multitud de espectadores. Escuchando a los criadores hablar del alto precio que esperan obtener por mis «cachorros». Desnudo y con un collar, como si no fuera más que un animal. Un ejemplar de cría rubio y de ojos azules.

No sé cuánto tiempo más podré aguantar. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que mi rabia y mi humillación lleguen al límite y haga algo desesperado?

Pero eso no es lo peor.

Lo peor es lo que mi familia tiene planeado para mí.