«No pretendo enseñarte a cocinar -declara Cook en su prólogo- prefiero darte puntos de vista, formas de ver las cosas. Para mí hay diferentes caminos, diferentes procedimientos para llegar a un mismo lugar. No hay nada que sea inevitablemente como te dijeron; para mí vos tenés que hacer tu propia experiencia, no hay verdades únicas en la cocina. Si tenés este libro es porque querés otra cosa, porque buscás cocinar. Porque no querés hablar tanto de comida, preferís comerla. Lo único que me interesa es que aprendas a perder el miedo, a comer mejor, a prestar más atención a los ingredientes, a permitir que sea un juego en el que te podés equivocar; porque seguramente de ese modo vas a aprender mucho más, como en la vida misma.»
Un libro de cocina encarado con una filosofía de vida joven, coloquial, rockera: en él Valentín Cook Grimaldi encuentra un equilibrio propio -entre una alimentación consciente y las ganas de comer cosas ricas e hipercalóricas- y lo despliega con gracia, talento y un pie puesto en el mundo real: si un plato sale un poquito quemado, también vale la pena exhibirlo así, tal cual quedó, porque así es como nos quedaría en casa.
Cada capítulo contiene una introducción en la que el autor muestra todas sus cartas con absoluta honestidad, con espíritu celebratorio, con pasión, exponiéndose tal cual es, con sus gustos personales (la música que considera ideal para acompañar cada receta) y volcando en cada título y cada explicación su vocación rockera.
A lo largo de sesenta recetas nos encontraremos con maravillas tales como "3 conservas del carajo" (Pepinos agridulces, chutney de tomates y berenjenas en escabeche), "Papa rock" (Papa con queso fundido, hongo provenzal, verdeos grillados, rúcula y reducción de aceto), la "Milanga rellena metalera" (Milanesa rellena de panceta crocante, morrones, cebolla morada y quesos. Con papas pay, salsa de choclo y huevo frito), "Maldito 29" (Ñoquis de palta, salsa de tomates cherry quemados y garrapiñada de maní salada), y, entre otros delirios, un risotto de remolacha y choclo, crocante de queso y pesto, un falafel con humus y pan de pita, un revuelto Gramajo para matar la resaca, una hamburguesa casera "tapa arterias", un tremendo pollo frito con pan mantecoso, una ternera estofada, un chorizo a la pomarola, tortillas caseras, pastas, escalopes, budín de espinaca, osobuco braseado con polenta cremosa, muslos rellenos con guacamole y envueltos en panceta, mollejas rellenas, matambre con cebollas caramelizadas y salsa picante, carré de cerdo con costra, repollo salteado, salsa de miel, y también algunos dulces, como bocaditos de chocolate y mantequilla de maní, paletas heladas de cheesecake, torta con dulce de batata y queso y una mortal carlota de vainillas y chocolate.
¿Cómo resumir mi largo recorrido entre fuegos, ingredientes frescos y pura felicidad? Es probable que cada una de esas experiencias no sea otra cosa que el reflejo de mi forma de pensar y de ver las cosas... Puedo contarles, sí, que a los 17 años ya estaba pelando papas y picando perejil. Que a partir de los 18 tuve la suerte de formar parte de varias de las cocinas más exigentes de Buenos Aires, nutriéndome de diferentes estilos y disciplinas. Que a los 24 tuve mi primer proyecto personal, Lobby Bs As, y luego mis primeros restaurantes: Mine Bistro y Semilla Food. Y que desde hace dos años soy el head chef de la plataforma digital Tastemade Español, y estoy a cargo de todas las imágenes que se desarrollan dentro de la productora. Pero la verdad es que este libro no se basa solo en mis experiencias personales, sino que viene ligado directamente a lo que fuimos creando juntos, ustedes y yo, en las redes sociales. A través de esa conexión cotidiana, tremendamente divertida, en la que llevamos adelante nuestra lucha por comer mejor, por volver a lo simple, por romper barreras. A lo largo de estos dos últimos años, rompí con fuerza el chip de cocinero profesional para llegar a ustedes en un idioma común, y esta es, sin dudas, la principal razón por la que hoy tenés este libro entre tus manos. En sus páginas intentaré demostrarte que, para avanzar hacia algún lado, solo es necesario hacer lo que manda el corazón. Rock en la cocina es el principio de un nuevo camino, uno propio, uno que elegí yo y que enfrento solo. Plantado en el presente, ya que es acá y ahora donde prefiero vivir todo el tiempo.