Todos los años, el 25 de enero la Iglesia celebra con una fiesta litúrgica este acontecimiento. Es la única conversión que se conmemora en el Calendario Litúrgico, como signo también de recordarnos la trascendente importancia que tiene para nuestra vida espiritual.
La conversión no es algo imposible, ni está destinada a determinadas personas. Quién más cerca está es quien disponga de un corazón sencillo y humilde, capaz de aceptar y abrirse a la necesidades de nuestros hermanos.