Stephanie Redford creía en los finales felices... y en los milagros. Debía de haber sido el destino el que la condujo, tras un accidente, a la casa de Damian en aquella víspera de Navidad. Sólo con mirar una vez aquellos preciosos ojos tristes, decidió que haría todo lo posible para que en ellos volviera a brillar la felicidad...