LA SOMBRA DEL CALVARIO

Felipe chavarro
Liburu elektronikoa
269
orri
Egokia
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Entonces Jesús los llevó a un olivar llamado Getsemaní, y les dijo: "Sentaos aquí mientras voy delante a orar". Tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y comenzó a llenarse de angustia y de profunda congoja. Les dijo: "Mi alma está aplastada de dolor hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo".

Avanzó un poco más y se postró en el suelo, orando: "¡Padre mío! Si es posible, haz que se aleje de mí este cáliz de sufrimiento. Pero quiero tu voluntad, no la mía". Luego volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: "¿No podías quedarte despierto y velar conmigo aunque sea una hora? Estad atentos y rezad. De lo contrario, la tentación os dominará. Porque aunque el espíritu está dispuesto, el cuerpo es débil".

De nuevo los dejó y rezó: "¡Padre mío! Si esta copa no puede ser quitada hasta que yo la beba, hágase tu voluntad". Volvió de nuevo a ellos y los encontró durmiendo, pues no podían mantener los ojos abiertos.

Así que volvió a rezar por tercera vez, diciendo otra vez las mismas cosas. Entonces se acercó a los discípulos y les dijo: "¿Todavía duermen? ¿Todavía descansando? Mirad, ha llegado la hora. Yo, el Hijo del Hombre, he sido entregado en manos de los pecadores. Arriba, vamos. Mira, mi traidor está aquí".

Entre la ciudad y el Monte de los Olivos se extendía el Valle de Josafat, atravesado por el pequeño arroyo, o arroyo de invierno, llamado Cedrón. A través de este arroyo, Jesús y los once se dirigen ahora, a la luz de la luna -porque en la Pascua la luna estaba llena-, a un lugar llamado Getsemaní, donde había un huerto.

La transacción de la que este siempre memorable jardín se convierte ahora en el escenario es, con la excepción de la propia crucifixión de nuestro Señor, tal vez la más terrible y solemne que contienen incluso las Escrituras de Dios. ¿Cómo podemos acercarnos a su consideración con suficiente reverencia? ¿Cómo podemos sentirnos lo suficientemente afectados por la visión que nos da del dolor del alma del bendito Redentor? ¿No sentiremos y reconoceremos nuestra total impotencia para hablar o pensar en esta escena de una manera acorde con sus sorprendentes y conmovedoras revelaciones? El Señor nos dé el Espíritu de gracia y de súplica, para que podamos mirar a Aquel a quien hemos traspasado.


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