No todas las puertas se abren. No todos los sueños se cumplen. Pero ciertamente cuando caminamos con Dios, nuestra vida se vuelve más sencilla y las adversidades son reducidas para que, con certeza, podamos sobrellevar las dificultades. Si hoy amaneciste decaído o faltó de esperanza, es momento de aceptar ese regalo que el Señor te entregó y trabajarlo de manera responsable para cumplir con el propósito que también designó a tu vida. No pierdas la esperanza, que no acaben contigo las habladurías, las palabras cargadas de dolor, el desencanto que otros tienen con su vida y del que tratan de culparte. Eres libre en nombre de Cristo y si tú avanzas por su camino, este te llevará hasta donde desees.