Este pequeño escrito nace del anhelo profundo de compartir cómo vivo personalmente la Hora Santa, no tanto desde lo que “hay que hacer”, sino desde lo que significa estar ante el Rostro del Padre. Muchos van ante el Santísimo con guías, devocionarios, lecturas preciosas... pero pocos hablan del corazón expuesto sin defensas: cuando estoy enojado con Dios, cuando he pecado, cuando estoy confundido, cuando no entiendo nada —y también cuando estoy alegre, agradecido, lleno de ilusiones.