Un hombre pierde repentinamente su capacidad de erección. Un escritor. Lo que sucede a partir de ese momento adquiere tintes casi de inquisición policial. No se trata de buscar a un culpable sino de poner en relación ese hecho fatídico con otras claves de su existencia: su relación de pareja, su modo de mirar el mundo, pero también la literatura. Se empeña el escritor en concebir una novela sin personajes, y en esa renuncia a la épica resida tal vez la causa de su impotencia. O en algo más prosaico: la rutina, la edad; en fin, la falta de deseo. Aunque quizás se confunda la causa con el efecto. Nunca supimos qué vino antes, si el huevo o la gallina. Mientras tanto el narrador confiesa lo inconfesable, gozando de esa libertad absoluta que consiste en prescindir de todo secreto. ¿Libertad, hemos dicho? ¿No será acaso la transparencia la última de nuestras tiranías?
Javier Moreno salta en estas páginas de un territorio a otro, de lo psicológico a lo sociológico, de la idea fulgurante a la emoción, con la habilidad de un prestidigitador, con la brillantez y la clarividencia a la que nos tiene acostumbrados. Incómodo a veces, siempre lúcido, nos ofrece en esta novela un espejo quebrado que todavía acierta a reflejarnos.