Un Hombre del Mundo

Lo que realmente importa es la calidad con la que ves la realidad y respondes a ella. Hay una diferencia esencial entre vivir centrado en las apariencias y vivir guiado por principios universales. El primer camino es estrecho y cómodo; el segundo requiere esfuerzo, autoconocimiento y firmeza de propósito.  

La vida ordinaria tiende a fijarse en el espectáculo de los errores y las caídas, admirando más la enfermedad que la salud. Pero es posible cultivar un modo de vida que busque la integridad con paciencia y coherencia. Esta integridad nace de la voluntad de mirarse a uno mismo con valentía, aceptar las críticas con humildad y buscar lo que es justo y esencial en cada situación.  

Comprender a los demás forma parte inseparable de esta tarea. No se trata de estar de acuerdo con todo, sino de saber mirar con empatía, escuchar con atención y percibir, más allá de la superficie, lo que mueve a cada alma. Esta sensibilidad no debilita el sentido de la verdad, al contrario, lo refuerza. Los profesionales y ciudadanos que aprenden a ver a través de los ojos de los demás sin perder su propia claridad se convierten en instrumentos de reconciliación y sabiduría.  

No hay grandeza en encerrarse en los propios intereses o vivir a merced de modas o convenciones. El provincianismo moral puede existir tanto en una pequeña ciudad como en los centros de poder. Lo que distingue a una visión amplia es la capacidad de reconocer lo que es común a todos los seres humanos y de actuar en consecuencia.  

Cada persona, al buscar normas fiables de vida y carácter, contribuye a construir un mundo más habitable. La bondad no se impone; se revela cuando la mente se limpia de prejuicios y el corazón se libera del egoísmo. El mal puede conocerse, pero no debe aceptarse como hábito. Sólo la verdad transforma.  

La reflexión que propone este libro se basa en la convicción de que la vida humana tiene sentido y dirección. No estamos aquí por casualidad, y cada experiencia trae consigo una lección. A medida que crecemos en lucidez y rectitud, nuestra visión se amplía y adquirimos la fuerza necesaria para servir a lo que es más elevado.  

Ser «del mundo», en el mejor sentido del término, no es estar disperso entre mil estímulos, sino vivir de forma centrada, útil y consciente. Esto está al alcance de cualquiera que desee vivir con honestidad, sensatez y generosidad.  

A.R.Ribeiro.  

Biblioteca del Nuevo Pensamiento

(Tags: Salud, Bienestar, Éxito, Desarrollo personal, Formación del carácter, Psicología, Autoconocimiento)